Editorial POLEMOS
VERTEX - Revista Argentina de Psiquiatría
  Volumen XVIII— Nº71
Enero/Febrero 2007


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  • SUMARIO:
    • Dossier: “PREJUICIO Y ESTIGMA EN PISQUIATRIA ”
      Coordinadores: Santiago Levín y Daniel Matusevich.

      • Prejuicio y evidencia, oposiciones y convergencias en la psiquiatría actual
        J. C. Fantin      Leer Resumen

      • De la creencia al prejuicioS. Bleichmar     Leer Resumen

      • Sobre los vocablos necesarios pero insuficientes
        A. Kaufman     Leer Resumen

      • Los prejuicios, las mujeres y la psiquiatría. Loca como tu madre
        L. D. Sobredo     Leer Resumen

      • Familias venidas del ropero en psicoterapia
        P. Gagliesi     Leer Resumen




    • Introducción.

      Los debates filosóficos en torno de la relación entre las palabras y las cosas, profusos durante los largos siglos de la vigilia humana , sobrepasan con mucho los objetivos de este Dossier pero lo justifican y, diríamos, lo enmarcan. Palabras que clasifican, describen, designan, definen, incluyen y excluyen, igualan y diferencian; palabras que construyen a las cosas (como lo sugiere el poema citado a pie de página) partiendo inevitablemente de teorías que por regla general escapan a la conciencia de quien las porta y que, inadvertidamente, determinan la comunicación con el semejante así como cualquier intento de comprensión del fenómeno en sí. El panorama se hace más complejo si agregamos la dimensión política, es decir la del poder. Porque la construcción del conocimiento, como es bien sabido, no es ajena al peso relativo de los diferentes factores de poder desde los que se instituyen las subjetividades de cada época. Conocimiento, poder, palabras, exclusión. Subjetividad, inconsciente, comunicación. Marginación, clasificación. Es en este contexto que la delimitación de los conceptos de prejuicio y estigma se torna imprescindible: se trata de reflexionar acerca del basamento gnoseológico y ético desde el que emitimos juicios los profesionales de la Salud Mental. El término prejuicio, derivado del latín praejudicium, ha sufrido, como la mayoría de las palabras, un cambio en su significado desde el período clásico: para los antiguos quería decir precedente. O sea un juicio que se basa en decisiones y experiencias previas. Más tarde adquirió en inglés la significación de un juicio formado antes del debido examen, un juicio formado antes del debido examen, un juicio prematuro y apresurado: por último, el vocablo alcanzó su matiz emocional actual, haciendo referencia al estado de ánimo favorable o desfavorable que acompaña a ese juicio previo y sin fundamento. En la década del cincuenta Gorden Allport acuñó una definición que ganó gran popularidad entre los cientistas sociales y que es la siguiente: pensar mal de otras personas sin motivo suficiente. Esta escueta enunciación contiene dos ingredientes esenciales que no deben ser soslayados: por un lado hace referencia a lo infundado del juicio y por el otro rescata el tono afectivo que siempre conlleva la mirada prejuiciosa. Los antiguos griegos crearon el término estigma para referirse a los signos corporales que, a la manera de una "marca de infamia", revelan algo malo, oscuro, que menoscaba la catadura moral de quien los presenta. Erving Goffman sostiene que se pueden distinguir tres tipos de estigmas notoriamente diferentes: las abominaciones del cuerpo, los defectos de carácter (adicciones a las drogas, reclusiones, homosexualidad, alcoholismo, perturbaciones mentales, desempleo, intentos de suicidio) y los estigmas tribales de la raza, la religión y la nación. Es fundamental que quede claro cuál es el marco teórico o la matriz disciplinar desde la que se parte, porque el punto de partida de laguna manera condicionará el destino de arribo: la campaña contra la discriminación y el estigma llevada adelante por la Organización Mundial de Psiquiatría (WPA) a partir del año 1996 dedicó solamente catorce renglones (!) para definir su "marco teórico" (conceptual framework) a partir del cual precisó sus políticas y estrategias (con el apoyo, dicho sea de paso, de los laboratorios Eli Lilly que proveyeron la "logística" para iniciar el programa). El modelo operacional seleccionado es el llamado "círculo vicioso de la estigmatización" (vicious cycle of stigmatization) que es el que define al estigma como "una debilidad severa creada por la enfermedad que forma parte de un círculo vicioso que continuará creciendo a menos que sea interrumpido". La enfermedad blanco sobre la que se focalizó el programa fue la esquizofrenia, debido a que este padecimiento es considerado el paradigma de la locura. Si bien podemos considerar esta iniciativa y otras similares que se llevaron adelante como parcialmente beneficiosas, debemos señalar que con esta modalidad de "campañas de educación" enmarcadas en la corriente de la corrección política no se llega al corazón del problema; es necesario diseñar una agenda donde figuren cuestiones como exclusión social, progreso, democracia, derechos humanos, participación comunitaria, etc., en donde las respuestas no estén sólo del lado de la ciencia médica y en la cual los pacientes no sean meros observadores con la única función de aguardar a que la "evolución científica" descubra la piedra filosofal que solucione todos los padecimientos; en una palabra, una agenda en la que la participación del colectivo social sea la norma. Cuando la hegemonía del paradigma positivista expulsó de la realidad todo aquello no verificable, muchas preguntas suscitadas por la enfermedad y sus metáforas quedaron sin respuesta, aunque la eficacia de la medicina aumentara y, como dice Joseph Canals, llegara a conseguir cierto carisma mágico; ¿cómo rescatar el sentido de los padecimientos en los tiempos de la "atención gerenciada" (managed care" y la formación globalizada? Estamos de acuerdo con Patrick Bracken y Philip Thomas cuando alertan contra los efectos de los diagnósticos en tanto que inducen a los pacientes a adoptar una posición pasiva en relación a la enfermedad, generando un fenómeno de "desempoderamiento" a la par que transformando las experiencias subjetivas individuales en síntomas. Desde ese lugar de pasividad se hace por demás dificultoso sortear la telaraña de prejuicios y estigma que confinan al paciente a un eterno presente constituido por las nuevas formas de cronicidad psiquiátrica. Al igual que la Antropología con el salvaje/primitivo, la Psiquiatría se estrena como disciplina estudiando al otro diferente: el loco/alienado (observe el lector que los términos pueden combinarse sin perder un ápice de sentido estigmatizante: el loco salvaje, el salvaje loco). Originada en la Europa de la Revolución Industrial, la Antropología se aboca a la descripción de las "costumbres" de los habitantes originarios de las colonias ultramarinas, no occidentales. Eurocéntrica y etnocéntrica en sus inicios, la disciplina antropológica atraviesa una radical transformación a lo largo del siglo veinte que la aleja de sus orígenes coloniales para posicionarse como disciplina que estudia, precisamente, los determinantes de la singularidad cultural y la relación entre discriminación y poder. No puede decirse lo mismo de la Psiquiatría, cuyas transformaciones en tres siglos de existencia se debieron más a causas externas que internas, y que continúa utilizando categorías demasiado próximas a las originarias (a pesar de importantes novedades entre las que se debe mencionar el nacimiento de la neurociencia, la innegable revolución de la psicofarmacología y los aportes fundamentales provenientes del psicoanálisis y la filosofía). A diferencia de la Antropología (al menos de gran parte de ella), la Psiquiatría (nuestra especialidad) no ha dejado de ser un instrumento del poder; del poder normalizador, normatizador y marginador, es decir, del poder que determina quién está de qué lado de la línea que separa a los normales de los anormales. Irónicamente, una disciplina termina transformándose en denunciante de la otra. La Psiquiatría no ha sido sorda a estas denuncias; los ejemplos no son pocos, pero se ha tratado casi siempre de posiciones minoritarias. En líneas generales, continúa comportándose como una disciplina reacia a hacerse preguntas y cuestionamientos de fondo, apoyada en verdades anticuadas que de poco sirven a la hora de intentar comprender una realidad social, cultural y política que no hace más que transformarse ante nuestros ojos. ¿Cuánto hay de prejuicio en la mirada psiquiátrica? ¿Cuña es la relación entre prejuicio e ignorancia? ¿Cómo categorizar al prejuicio desde el punto de vista psicodinámico y ético? ¿Cómo se posiciona esta disciplina asistencial frente a las nuevas conformaciones familiares, a los problemas de género, a los problemas teóricos, a las novedosas formas del padecimiento social? ¿Qué sucede con la religión, con la "sabiduría popular", con los actuales derroteros de las identidades sexuales? ¿Qué lugar ocupan asociaciones como Mad Pride, Hearing Voices Network o Stopshrinks en el mapa psiquiátrico actual? Estas son algunas de las preguntas que animaron la idea de preparar el presente Dossier, que consta de cinco artículos. En el primer trabajo, Juan Carlos Fantín presenta un seguimiento del concepto de prejuicio desde los albores de la ciencia moderna hasta nuestros días, haciendo un contrapunto entre la noción de prejuicio y la de evidencia. Se propone demostrar la multivocidad de los esquemas evidencia-prejuicio, y reconsiderar críticamente su utilización en la psiquiatría actual. El conocimiento del mundo en el cual se instaura nuestra realidad "no se realiza por la experiencia sino por la compleja relación entre lo vivido y los discursos previos o posteriores que la significan y articulan". Así comienza el artículo de Silvia Bleichmar, que tiene por objeto hacer una distinción entre creencia y prejuicio, enfocando el problema tanto desde el punto de vista epistemológico como psicodinámico, sin soslayar las implicancias éticas y morales de tal distinción. En el tercer artículo, Alejandro Kaufman analiza los discursos "que confían en la lucha contra el prejuicio y la discriminación como proyecto apropiado para fines emancipatorios", así como las diversas tramas normativas en las que los términos prejuicio y discriminación se instalan (definidas por las tensiones históricas y políticas entre las demandas de igualdad y las prácticas discriminatorias). Términos (prejuicio y discriminación) tan necesarios como insuficientes, como queda dicho desde el mismo título del trabajo. Laura Sobredo escribe sobre los prejuicios, las mujeres y la psiquiatría; propone un cruce entre la noción de género como "una categoría histórico-social que se refiere a las relaciones sociales de poder y subordinación que se establecen entre varones y mujeres" y la de prejuicio en psiquiatría, a partir del análisis del Complejo de Edipo en la mujer (teorización incompleta, especie de costilla de Adán del psicoanálisis originario). Por último Pablo Gagliesi nos invita a reflexionar sobre el concepto de familia, ese constructo socio-histórico-político-social que está en la base del programa de la modernidad desde sus mismos inicios, a partir de la experiencia en psicoterapia con las comunidades gay-lésbica-travesti-transexual-bisexual-intersexual (GLT-TBI): La pregunta que recorre este texto es: "qué nos dicen los padres y madres gays y lesbianas sobre los modos de relación y configuración que proponen. Y cómo debemos los terapeutas responder a ellos". He aquí un conjunto de trabajos sobre el amplio, apasionante y complejo campo del prejuicio y de su peor consecuencia: el estigma social. Reflexionar sobre estas temáticas constituye un llamado de atención sobre la simplificación y el peligro que resulta de dividir el mundo en diferentes e iguales, a la vez que un intento de posicionamiento ético alejado de la noción incurablemente autoritaria de tolerancia con lo diferente y más cercano, tal vez, al ideal del amor por la alteridad.

      1-"Hay tanta soledad en ese oro./ La luna de los cielos no es la luna / que vio el primer Adán. Los largos siglos/ de la vigilia humana la han colmado/ de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo". J. L. Borges, La luna