- SUMARIO:
- Dossier: “Retraso mental”
- Retraso mental: nuevos paradigmas, nuevas definiciones
D. González Castañón Leer Resumen
- Trastornos psiquiátricos y de conducta en el retraso mental
E. Wahlberg, Luis Damigella. Leer Resumen
- Diagnóstico neurológico integral del retraso mental
H. E. Iddon Leer Resumen
- Nutrición y retraso mental
B. Caballero Leer Resumen
- La comprensión del retraso mental exige un abordaje multidemensional, Entrevista a Roger Misès
D. Wintrebert
- Trastornos de conducta en personas con retraso mental: una forma de comunicación
N. Dominianni y L. Aleman Leer Resumen
- Retraso mental: el desafío de trabajar en la diferencia
S. Ré Leer Resumen
- Introducción
Sometidos a la simple custodia y el entrenamiento, las personas con un equipamiento cognitivo insuficiente sufrieron, a lo largo del tiempo, un relegamiento en la atención que se les brinda, cuando no un proceso de exclusión que llegó, en algunos casos, a su misma eliminación física. Este fenómeno es un ejemplo doloroso de la potencia que tiene la intolerancia a la diferencia, aún hoy día, en una cultura progresivamente impregnada por la competitividad, el rendimiento y la productividad independizadas de la dimensión humana en su diversidad. Sin embargo, en la actualidad asistimos a un proceso de cambio, respec to de los conceptos clásicos, que tiende a instalar una terapia psicopedagógica y una habilitación social racionales. En efecto, la categoría de personas a las que denominamos con retraso mental (RM) no son cualitativamente distintas, ni el RM es una condición única sino que, como señala el especialista en este tema, Ve rdugo Alonso, se trata, en realidad, de individuos que "tienen en común una pobre ejecución en los test de inteligencia y en los a p rendizajes escolares, y que muestran incompetencia para manejar en su vida sus p ropios asuntos, con independencia”(1). Por otro lado, una cuestión, a menudo en debate, es la de realizar un diagnóstico que corre el riesgo de "rotular" a esas personas con la "etiqueta" de RM por el estigma, la discriminación y la visión negativa que conllevan. Sin embar go, estamos forzados a reconocer que no hacerlo dejaría a quienes lo presentan sin el apoyo y las oportunidades que necesi tan para desarrollarse. La American Association on Mental Retardation (AAMR) en su propio Manual de Definiciones(2) asume el problema pero reconoce que mantiene la denominación por no encontrar una mejor, y que tenga suficiente consenso. En consecuencia, en este Dossier se utiliza el término RM, como se lo halla en la literatura especial izada corrientemente, pero el lector debe tener en cuenta las observaciones anteri ores, para acotar los alcances del mismo y despojarlo de connotaciones peyorativas para quienes lo presentan. Los sujetos con RM también crecen, maduran y envejecen. Aunque parezca obvio es pertinente insistir en esta verdad, ya que se observa en el imaginario popular, y aún en el pensamiento del personal de salud, una identificación entre el RM y la infancia o, a lo sumo, la adolescencia –lo cual se ve reflejado hasta en la abundancia de instituciones dedicadas al RM en esas etapas vitales– obturando la atención que se debe prestar a la vida adulta y la vejez de quienes lo presentan. Este fenómeno acarrea el desconocimiento de los recursos y el manejo de temas tan importantes como los de la sexualidad, la recreación, el trabajo y la seguridad de las personas con RM a lo largo de sus vidas, actualmente longevas. Las familias –padres que se angustian por el destino de sus hijos retrasados luego de su muerte, hermanos con responsabilidades familiares y recursos inelásticos que se ven con la responsabilidad de hacerse cargo de alguien con RM en la fratría, etc.– requieren, también, apoyos y orientación para evitar graves consecuencias psíquicas en todos ellos. En la apertura de la serie de artículos que presentamos a continuación, Diego González Castañón profundiza la cuestión de los paradigmas vigentes en el campo del RM y sus implicancias en los niveles institucionales, familiares y subjetivos, al tiempo que los apoyos y la organización de recursos que se desprenden de ellos en torno a una planificación centrada en la persona y presenta los criterios diagnósticos en uso. Roger Misés enfatiza, en la entrevista llevada a cabo por Dominique Wintrebert, la necesidad de utilizar un abordaje diagnóstico multidimensional, alertando contra las limitaciones que genera el basarse exclusivamente en el nivel del Cociente Intelectual que debe quedar limitado a un dato más, al tiempo que llama la atención sobre los excesos mediáticos producidos por los descubrimientos genéticos contemporáneos en relación a sus efectos sobre la comprensión del RM.
Ernesto Walhberg y Luis Damigella se adentran en un tópico de gran interés para la clínica psiquiátrica: el del diagnóstico diferencial y la comorbilidad de diversos trastornos mentales atravesados por el prisma del RM, y, al final de su artículo, ofrecen una revisión de gran utilidad práctica en relación al uso racional de psicofármacos en personas con RM.
La medicina, y en especial la Neurología, tiene un rol importante en el momento diagnóstico de un RM, en efecto, la valoración diagnóstica diferencial, es de un valor fundamental, para delinear una estrategia de tratamiento ajustada a la etiología en causa. Héctor Iddon aporta en su artículo una guía de gran valor para orientar la reflexión en ese sentido.
Noemí Dominianni y Laura Aleman hacen hincapié en la necesidad de entender las conductas problemáticas, conflicti-vas, de las personas con RM intenso como una forma de comunicación, configurando conductas cuyo desciframiento es indispensable para permitir una mayor integración de esos sujetos a la comunidad.
Frecuentemente el diagnóstico de RM oficia como una pantalla que oculta la valoración de los elementos subjetivos en juego. Susana Ré explora, desde una perspectiva psicoanalítica, aspectos ligados a ese problema, señalando la necesidad de una clínica del uno a uno en el abordaje de cada caso en su irreductible singularidad, para trazar perspectivas terapéuticas y orientar las tareas de aprendizaje. Entendemos que es en la prevención del RM adonde se deben enfocar los mayores esfuerzos, y no estamos hablando de los costosísimos desarrollos en ingeniería genética para evitar que las alteraciones cromosómicas se expresen como RM, sino de los millones de personas que quedan y quedarán limitadas en sus recursos intelectuales por déficit en el desarrollo de su SNC debidas a desnutrición y la falta de estimulación en los primeros años de la vida, que la pobreza y la marginación generan ante la indiferencia creciente de los Estados que se retiran de su rol en el mantenimiento de la equidad. La prevención en salud, no debe centrarse en un mayor gasto en tecnología médica como prioridad principal, sino que consiste en crear y sostener condiciones de vida más justas para todos los ciudadanos. La autorizada opinión vertida en el artículo de Benjamín Caballero abona estas aseveraciones. En nuestro país, dados los índices de pauperización, déficits en la atención materno-infantil, condiciones de nutrición y deserción escolar, entre otras carencias que afectan a amplios sectores de la población, la preocupación por este problema debería conducir a categorizarlo como una verdadera urgencia social. Los apoyos y la asistencia en sus necesidades especiales son una obligación de la sociedad para con las personas con RM y este Dossier pretende ser un aporte para que los profesionales de la Salud Mental se comprometan más y mejor en este área.
n 1. Verdugo Alonso M. Personas con discapacidad.
Madrid. Siglo XXI, 1998. 2. American Association on Mental Retardation. Retraso Mental, Definición, clasificación y sistemas de apoyo, Madrid, Alianza Editorial, 1997.
Ernesto Walhberg
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